PERFILES: MARISOL ATEHORTUA

 "Las tristezas se van tejiendo una con otra y cuando menos piensas tienes una colcha de lamentos, vicios, desengaños, son puntadas de cosas, de muchas cosas"

Hola soy Marisol Atehortúa Atehortúa, y amo con la simplicidad y la grandeza del alma estas tierras, estas montañas.
Vengo de una familia numerosa, Soy la número cuatro de seis hijos.Fuimos cuatro mujeres y dos hombres, ahora somos tres mujeres, la menor decidió emprender su viaje a las estrellas hace algunos años.
Yo soy la más “loca” de la familia, la chica diferente. Ya desde niña era diferente a todas, llegaba de la escuela y me quitaba los zapatos para ir a jugar fútbol, me encantaban los carritos y las  bolas (canicas).
Las mujeres en mi familia éramos las encargadas de lavar y aplanchar, particularmente a mí me tocaba aplanchar  unas cantidades de ropa excepcionales, empezaba a las diez de la mañana y terminaba seis o siete de la noche, me tocaba almidonar  los cuellos y mangas de las camisas de mi papá.
Recuerdo que íbamos a estudiar a la centralidad de Santa Elena, en aquella época se estaba construyendo lo que hoy es la institución Educativa Santa Elena, en el kilómetro 15 vía a Oriente. Todo chico o chica que se matriculara en la institución debía llevar un adobe (Ladrillo) para ayudar a la construcción del colegio, en el mismo adobe nos sentábamos mientras no lo usaran para la construcción; Algunas veces  también lo usábamos de pupitre de apoyo.
Recuerdo que en casa nos daban cien pesos semanales, con eso había que comprar cuadernos, lápices, pagar los pasajes y dejar algo para comer.
Uno de mis hermanos eligió ser seminarista, eso era un orgullo para la familia y todos los recursos y la fuerza había que invertirlas en él.  Entonces en casa nos plantearon  dos opciones, una que estudiáramos por nuestros propios medios, dos, que dejáramos de estudiar.
             

  
Escogimos estudiar así fuera con esfuerzo.

Entonces cargábamos la "arepita" con los "huevitos "o los "frijolitos" y, desde muy temprano emprendíamos el camino hacia el colegio. Era muy divertido salir e irse encontrando en el camino a los compañeros, se formaban unas procesiones hermosas y diversas cada mañana. No solo salíamos los que íbamos al  colegio, también los que estudiaban y trabajaban en Medellín. 
Eran unas jornadas de  desplazamiento largas, muy largas, algunas veces contábamos con la suerte que alguien con una camioneta  3.5, de algún vecino salía y nos le pegábamos; los dueños de los vehículos nos paraban e íbamos saliendo en jaulas como el ganado, pero era rico, esa época fue buena.
Salíamos a la parte central de la vereda y allí cogíamos un bus de cualquier flota, eso cuando teníamos dinero. El costo del pasaje era un peso o cincuenta centavos, dependiendo la flota que  viniera de Oriente. Cuando contábamos con suerte, pasaba "El Carmeño" un señor del Carmen de Viboral que siempre le paraba a los estudiantes, parecíamos tomates destripados, ese bus era llenísimo, a los pasajeros les incomodaba, pero él nos llevaba a todos.
La rutina diaria era  ir al colegio en la mañana  y en la tarde venir a labrar la tierra, a hacerla producir, eso fue una experiencia muy enriquecedora.

                !Fue una época muy bonita, de inocencia, de alegrías!

Yo fui muy buena estudiante, pese a que nunca llevé cuadernos, siempre ocupaba el primer o segundo lugar por mi rendimiento académico, incluso tuve mi título de honor como bachiller.
El día de mi graduación fue un viernes.  Ese mismo viernes se ordenaba mi hermano de sacerdote; había que tener todo impecable, pintar la casa, lavarla, que todo brillara, y yo cansadísima de trabajar todo el día. Más o menos a las tres de la tarde le dije a mi mamá que iba a Santa Elena, ella me dijo: pero no se demore y por ahí derecho me trae unos tomates.

                                                                                                               Creo que en la vida no hay vuelta de hoja 
Me voy para Medellín. 
Fui a mis grados sola y nadie  de la familia se interesó por preguntar, todo giraba en torno a mi hermano, a su ordenación  como sacerdote, mis grados no eran importantes, entonces aplica el dicho: “cura hombre mata  mujer bachiller”, la discriminación de género desde siempre ha existido. Me sentí ignorada, desplazada, y eso que  fui bachiller de honor.
Y me dije: aquí no me tiene en cuenta sino para lavar, aplanchar, para  mantener la casa al día, nada más. Me dolió mucho y, traje los tomates que me habían encargado.
Me gradué un viernes y el lunes me fui de la casa, me sentí fuera de mí, fue más que todo un acto de  rebeldía, de todos modos lo venia pensando, yo quería avanzar, yo no quería más esa vida,  sabía que si seguía allí era lo mismo  cada día, y luego tendría un novio me casaría  y seguir repitiendo lo mismo. 
Tenía un dinero ahorrado y dieciséis años, dije: me voy para Medellín. Ya me sentía dizque "citadina," !imaginen! irme de las montañas, donde a toda hora eran de botas o descalza, a utilizar otro calzado, a caminar otras calles, fue decir me voy a vivir a Medellín a tener una vida propia. Eso lo hicimos todas las mujeres de la casa, mientras que los hombres, no. Las mujeres de mi casa  hemos sido más aguerridas.
El asombre de llegar a Medellín y  ver carros por todos lados, muchachos guapos, !unos bailaderos!, una vida diferente, los muchachos del barrio sin camisa, en sandalias, la tienda cerca, todo cerca, todo estaba como a la mano, el transporte, todo.
Allí yo era  la chica nueva, pero era la chica nueva inexperta, expuesta, yo trataba de hacer lo que veía hacer, para que no dijeran: "esa pelada es de la montaña, de un pueblo."
Era toda una aventura, pero también los sinsabores,  mi papá se dio cuenta que estaba pasando “las verdes y las maduras” y me propuso montar una  floristería en Copacabana, acepte de inmediato, feliz de trabajar, de ser útil.  Vendí muchos años flores, de ese negocio vivo mucho tiempo mi familia.
Estudie peluquería en la escuela de belleza  Mariella para defenderme, para generarme un ingreso, luego estudie enfermería en la Universidad de Antioquia. 

 Y.. me enamore,
como toda mujer que se enamora de un solo hombre, que sueña con el para toda la vida, al menos eso era lo que me habían enseñado, y me casé, pero no visualice que podía ser un error haberme casado tan joven, de repente me case huyendo de la soledad.
 Al principio fue  todo muy bonito, eran tiempos de rosas; pero luego empecé a verle a mi esposo actitudes que me hacían daño. Empecé a ver quién era mi compañero sentimental ,deje pasar al tiempo, aguanté,  y nació Jonatán. 
Mi esposo se quedó sin trabajo y tuve que recurrir a mi papá para volver a mi tierra, lo cual agradezco porque aquí construí mi casa.  Siguiendo los consejos de mi papá que  nos enseñó que no debíamos estar pendientes de lo que un hombre  hiciera, él dice: haga lo que usted crea que es apropiado, nos enseñó la honradez y el valor de la palabra, para mí eso es muy importante.es satisfactorio  para mí  ver que la palabra tiene gran peso, Yo particularmente me apoyo en ella.
Llegue con cuarenta y cinco mil pesos, que me quedaron del trasteo y con eso compre adobe (ladrillos), pero no tenía como pegarlos  y, bueno de a poco la fui construyendo, pegue la tablilla, ayude a revocar, enchape el baño, la cocina.




Llegaron los problemas al  matrimonio Yo dije, hasta aquí, hay que salir, y empecé a visualizarme sola.
Los días pasan, son distintos unos de otros, los amaneceres cada uno es distinto, las tristezas se van tejiendo una con otra y cuando menos piensas tienes una colcha de lamentos, vicios, desengaños, son puntadas de cosas, de muchas cosas, todo eso hay que dejarlo atrás. Tejiste la colcha, tendiste la cama, y te vas. Pero si te vas a quedar ahí  lamentándote y durmiendo en ese mismo tejido, ese es el gran error. La colcha  solo debe servir para tender la cama, como para no olvidar, solo para eso,  y decirte, fue una experiencia más, solo eso.

Tome un nuevo aire y empecé trabajar con la comunidad, era secretaria de la acción comunal,  Marisol era la verraca para los convites y trabajo en comunidad. era la época bipartidista, de conservadores y liberales, mi papá me decía cuando sea líder, escoja su partido político.

He sido líder Promotora de salud en  las veredas San Ignacio, Barro Blanco y en Guarne. Salía dos tres de la mañana a atender un parto, porque era la partera, la enfermera, la amiga, la psicóloga. 
Hoy en día no solamente soy líder de la comunidad sino líder de mi hogar, Lidero los grupos, a los amigos, la gente confía en mi, en mis saberes.



Mi oficio de partera:
La primera vez que recibí un bebé  fue una experiencia que aún hoy no tengo palabras para describir. Era la tensión,  la responsabilidad, se estaba jugando las vidas del bebé, de la mamá, mi capacidad, la profesión, fue tensionante, pero todo salió bien, cuando salió la cabeza del bebé, recibir ese ser, eso es indescriptible. En contraste  puedo describir lo que se siente viendo la muerte. Yo trabaje en la morgue en Copacabana, haciendo necropsias, fue un sentimiento frío, lúgubre, de soledad, un sinsabor en el Alma.

Cuándo estudie  enfermería veía el cadáver con respeto por el cuerpo donde se podía estudiar, y claro era diferente a la vida, pero nunca me puse en la posición que tuve luego trabajando en el anfiteatro.
A la par que trabaje en la morgue, trabajaba vendiendo flores, todos los  viernes a las 12 de la noche  viajábamos desde la montaña, llegábamos a la Plaza de Flórez, mas o menos a las dos de la mañana a intercambiar productos y a comprar lo que me hacía falta para llevar a Copacabana.

Después de trabajar 15 años en la venta de flores...
Se vivía en el país una época dura, de violencias, era la época del atraco, de las bandas de Pablo Escobar y las diferentes oficinas del delito. 
Sucedió un día:  tenía exhibidas  mis Flores en baldes, agrupadas por colores; en esa época el paquete más bonito de flores, las exóticas las llamábamos, eran a mil o mil doscientos pesos y las otras a ochocientos y novecientos pesos. Llegó a al floristería un Joven y me dijo: Negra ¿a como las flores? , le pregunte ¿para quien las quiere?, y el me dijo, para "la cucha”, me agache a mostrares las flores rojas y amarillas, mientras le decía estas son las que se usan para la mamá; Y cuando estaba agachada me dice: ¿sabe rezar?, y le dije claro, quiere que lo acompañe a rezar y él me dijo, No, yo no necesito qué me acompañe, !empiece a rezar porque le voy a matar. Lo miro y tenía el arma apuntándome en la cabeza. Y me puso a rezar, me hizo quitar la ropa, cuando mi papá llego y vio que estaba casi desnuda, le dijo, llévese todo pero no le haga daño a la niña, es lo único que yo tengo y, le entregó  todo el dinero que teníamos; el joven salió con todo el dinero y se me llevo la ropa y tuve que bajar desde el cementerio (ubicado en un  monte alto en Copacabana) en ropa interior, pero a mí no me importaba, yo corría y lloraba, toda la gente me miraba, nadie decía nada, era la época del silencio y el terror.

Fue muy triste renunciar a la Floristería, pues de ahí se derivaba el sustento para toda mi familia y me vine a llorar  a la finca. Sentía la muerte encima, quede "traumada," sentía constantemente que me seguían, además  se unía al trauma todo ese dolor  que acumule  trabajando en la morgue. 
En esa época la gente entraba a ver sus muertos y no sabíamos en que momento se podían formar las balaceras; los muertos caían encima de los otros muertos, era una época dura, yo arreglando un muerto y caía el familiar, eran las balas zumbando, y ese miedo, esa sensación tan dura  y angustiante. Nos tocaba cada día ver muertos quemados con ácido, mujeres empaladas, violadas, a nadie le robaban, los muertos eran con sus mejores prendas, pero las muertes violentas, unas violaciones que me angustiaban, ver esas expresiones de horror en los cadáveres  y,  lloré cada muerte.

Cuando arreglaba  los muertos les construía una historia,  pensaba: como seria cada uno en su vida cotidiana, que le tocó vivir, a lo mejor quiso mucha riqueza, a lo mejor no quería nada, solo Vivir.
A muchos muertos que no tenían dolientes, les hicimos la corte fúnebre, mi papá, mi hermana, el sepulturero y yo, nadie aparecía  a reclamar sus muertos, es triste ver la muerte de frente, es triste, muy triste.
                                        Creo que en la vida  no hay vuelta de hoja.

En esos momentos llegue al punto más alto del estrés, ya tenía demasiada información, tanto dolor, tanta injusticia. Ya no tenia mi mente con la frescura típica del campo, ahora era el común de la ciudad, eso me dolía y empecé a sentir que me seguían, me enferme de dolor y angustia y me dije: Marisol vuelve a lo tuyo, ¿Por qué saliste de allá? era como si  muchas voces me dijeran¿querías una experiencia? . Fue dura, demasiado.
Y regresé a mi tierra, a terminar de construir mi casa, a seguir siendo líder, lo bonito de ser líder es eso, estar en cada instante para la comunidad, a la gente de esta época le gusta la inmediatez, a mí me gustan los retos.

                                                ¿Como llegue a pintar?
Desde la escuela. una vez pinte un crucifijo y a la profesora le encanto,  ella me dijo que le ayudara a pintar y dar la clase de estética.




Ya desde niña me gustaban  los colores, admiraba  los paisajes. Ahora  pinto en óleo y espátula, pero todo este aprendizaje es empírico. A mi que me hablen términos técnicos, ahí me muero, porque no se nada.
Con todo y mi empirismo participe en Bellas Artes, por sugerencia de un profesor de artes que venía a  pasear a la finca.
Tanto en Medellín, como  en Bogotá; ocupe el segundo puesto, entre 100 participantes con mi obra, La Barca.

                                                                                                                                                                            La barca
Y ahora Mi hijo con quebrantos de salud.
Le diagnosticaron cáncer de estómago e intestino, tiene síndrome de Crohn, además de contraer una bacteria hospitalaria, entonces todos estos componentes cada uno por su lado lo bajan de peso.  Él, ha sido un excelente hijo, ha sido todo lo que cualquier mamá quiere de un hijo, desde siempre, es mi único hijo, yo siempre he sentido que ha sido tan completo, y ahora es el hijo enfermo, la enfermedad está, pero mi hijo también.

 Yo  pedí de regalo un hijo y, Dios lo hizo prácticamente a mi pedido, tuve la gracia de  ser  mamá, de sentir que es tener esa responsabilidad. Pero hay que asumir que en la vida hay cosas que se pueden tener un  tiempo, y luego  devolver. A Jonatán, si Dios lo reclama asumo,  voy a sumir de muy buena manera que debo devolver el hijo que fue prestado.

Con enfermedad o  sin enfermedad el continua siendo  el hijo responsable, educado, no da para  hablar más ni menos, no habla mal de nadie, con él ni se adelanta ni se atrasa y lo que yo siempre le pedí a Dios que fuera un hombre de bien que nunca le hiciera mal a nadie,  eso ha sido mi Jonatán.  Todos los días pido que por ninguna circunstancia deje de ser quien es. El  sabe que tiene que asumir, llevar y responder a cada problema que se le presente. Y  ahora es papá de una hermosa niña,  eso ha sido como la fuerza para recuperarse  un poco.
Concluyo que en mi vida he vivido experiencias traumáticas y de dolor, pero también he aprendido a conocerme y a entender a los demás. A saber, que me he equivocado, me equivoco y me equivocare.

Y ahora...
Aquí, en mi casa, tengo un grupo de mujeres artesanas, les enseñe, a ellas  les gusto y continuaron trabajando conmigo. En el municipio de Guarne figuro como una de las mujeres artesanas, representando  al municipio en la Florida, Estados Unidos.
Soy además representante en la mesa de trabajo mujer de Guarne, allí no devengo, todo es a voluntad.
En un futuro me sueño algo curioso, quiero estar sola, no quiero envejecer al lado de alguien y comer a las seis y dormir, y, al día siguiente lo mismo. Pese a que tengo mi pareja y lo amo, en un futuro me veo sin él,  pienso que mi compañía realmente soy yo. No voy a necesitar de otra persona para estar contenta y satisfecha. Me veo pintando, leyendo, haciendo multitud de cosas.  yo no necesito otro ser a mi lado para estar completa.

Para mí la vida es entregarme por los demás sin esperar nada a cambio.




Para llegar a la casa de Marisol, hay que subir una empinada cuesta, pero antes debes llegar al alto desde donde divisar dicha cuesta, mucho antes, debes bordear el camino y encontrarte con la escuela, caminar, subir, bajar, torcer, tomar café en la tienda "El Descanso" para tomar fuerzas; haber descendido de la buseta en la entrada de la vereda San Ignacio, amén de haber abordado la buseta cerca al Pequeño Teatro en el centro de Medellin, y, llegar casi sin aliento después de caminar por más de una hora. ahora respiras y sientes que has llegado a la cima del cielo. Para llegar a la casa de Marisol, debes haber emprendido la ruta hace más o menos tres horas.
 Y entonces Marisol nos abre su casa, nos abre su alma.

Este es el resultado de mi palabreo con la hermosa Marisol al calor de dos tazas de café y a la sombra del aleteo bullicioso del viento sobre el tejado

Gracias valiente mujer.
con amor Elena L.

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